LECCIÓN 4. MÓDULO 2A.
Compasión en el camino
Esta es la última lección de este módulo y vamos a abordar lo que significa practicar la compasión en la Crianza con Presencia Plena. En la primera estación nos enfocaremos en comprender qué es y qué no es compasión. Para pasar a la segunda estación a aterrizar cómo se ve una crianza sin y con compasión, esperando que estos ejemplos nos ayuden en este proceso de transformación. Y para terminar, en la tercera estación, analizaremos formas de poner en práctica la compasión en contextos cotidianos.
¡Dándonos un abrazo lleno de amabilidad, iniciamos!
Estación 1
¿Por qué llevar la compasión a la crianza?
Después de haber hecho una pausa y preguntarnos qué está presente en el mundo interno (curiosidad) y de abrirle las puertas a todos los elementos que encontramos (apertura y aceptación), ahora corresponde detenernos, reflexionar y abrazar todas esas sensaciones, sentimientos, necesidades y pensamientos (compasión).
¡Mucho cuidado! Detenernos, reflexionar y abrazar el mundo interno –propio o el de las niñas y los niños- no significa tener lástima, victimizar, justificar, dejar pasar o ser condescendientes. La actitud de compasión implica, como lo conceptualiza la investigadora Kristin Neff:
Dejarse mover por el sufrimiento de otra persona, demostrando cuidado y amabilidad, a la vez que tratamos de comprender sus limitaciones o errores sin juzgarlos y más bien reconociéndolos como parte de la experiencia humana.”
En esta definición destacan tres elementos: conexión, amabilidad y humanidad compartida. Siguiendo los estudios de otras figuras representativas en la temática, como Brené Brown, a estos tres aspectos le vamos a agregar también que la compasión se da en un contexto de horizontalidad, de relación entre iguales.
Para comprender con mayor profundidad cada uno de estos componentes, analicemos la información que se presenta a continuación.
Componentes de la compasión
La conexión implica esa pausa para identificar lo que está presente en nuestro mundo interno o en el de las niñas y los niños. Es decir, sin esta curiosidad inicial, no existe la compasión.
Ej. Gabriel, nuestro sobrino de 6 años, llega con la camisa sucia y arrugada del Jardín de Niñas y Niños. Nos extraña porque usualmente es muy cuidadoso. Además, cuando lo fuimos a recoger, lo notamos distante y callado, sin ganas de conversar sobre todo lo que hizo en el día como usualmente lo hace. Antes de entrar en juicios, decidimos hacer una pausa y preguntarnos: ¿qué estará pasando en el mundo interno de Gabriel? ¿Qué habrá pasado en el centro infantil?
Luego de que le abrimos la puerta a lo que encontramos en el mundo interno, nos damos cuenta que no todo nos gusta, sin embargo, aunque experimentemos incomodidad al entrar en contacto con algunas sensaciones, sentimientos, necesidades o pensamientos, decidimos conscientemente tomarnos el tiempo para demostrarles amabilidad.
Ej. Cuando le preguntamos a Gabriel cómo se siente, inmediatamente vemos en su rostro la preocupación y nos cuenta que tuvo un problema con Katherine, una de sus amigas. Estaban forcejeando un juguete que ambos querían usar, Katherine lo empujó y él se enojó mucho porque se le ensució la camisa y le gritó. Ahora siente culpa y no quiere que ella deje de ser su amiga. Al incorporar la amabilidad en esta situación, no vamos a correr a señalar con el dedo regañón el comportamiento no deseado de Gabriel (el forcejeo o el grito), sino que vamos a empezar por validar su enojo, su necesidad de elección, su culpa, su miedo.
Junto con esta amabilidad, recordamos que estos elementos que nos incomodan, las experiencias de sufrimiento y los errores son parte de la vida. Es decir, si no experimentamos esto, no estamos viviendo al máximo. Entonces, tomamos consciencia de que estas experiencias las vivimos todas y todos los seres humanos.
Ej. En esa misma conversación o en otro momento del día podemos discutir estrategias para poner límites, negociar y expresar el enojo; hacer esto con humanidad compartida implica visibilizar los errores como oportunidades de aprendizaje, en lugar de cargarlos de juicios, culpas o castigos. Aunque esta puede ser una conversación de mucho aprendizaje para Gabriel y la podemos hacer con compasión, la verdadera humanidad compartida la puede experimentar si simplemente nos sentamos junto a él acompañándolo con sus sentimientos y dándole la certeza que no tiene que pasar por esto en soledad. Aunque la angustia de Gabriel despierta nuestra propia angustia y esta puede ser una experiencia incómoda, decidimos conscientemente quedarnos unos minutitos más con él.
Por último, pero no menos importante, actuar con compasión no significa salvar a la otra persona porque “pobrecita”. Cuando se actúa desde esta perspectiva, no existe una relación entre iguales. La compasión más bien es un deseo de acompañar a otra persona porque sabemos lo que se siente estar ahí, ya que antes hemos experimentado esas mismas necesidades.
Ej. Con este acompañamiento además, no buscamos solucionarle a Gabriel la situación o aleccionarle sobre lo que debería hacer. Sino que lo que pretendemos es una conexión de corazón a corazón. Terminada la conversación nos agradecemos a nosotras mismas por no haber actuado precipitadamente y regañar a Gabriel por su camisa sucia y más bien nos disponemos a acompañarle a atravesar esta situación emocional.
- ¿En qué otras situaciones de nuestro día a día podríamos poner en práctica la compasión?
- ¿Cómo solemos actuar cuando una niña o niño se equivoca?
- ¿Incorporamos la compasión al redirigir el comportamiento de las niñas y los niños?
- ¿Respondemos con compasión cuando una niña o niño nos comparte una preocupación o una necesidad?
“El poder de sentarnos en la oscuridad con las niñas y los niños y demostrarles que pueden sentarse en el dolor y estar bien. En contraposición a correr para arreglar las cosas o encender la luz.”
-Brené Brown
Como se esboza en la frase anterior de Brené Brown, el objetivo de la compasión no es solucionar la situación en la que la niña o niño estaba experimentando una emoción displacentera, más bien es acompañarle a atravesar esa experiencia, enseñándole que es parte de estar vivos y que vamos a estar a su lado para apoyarle.
¿Qué otras razones te motivan a poner en práctica la compasión en la crianza?
Sumate a la experiencia
Teniendo muy presente que es importantísimo tener compasión tanto con las niñas y los niños, como con nosotras/os mismas/os, les invitamos a escuchar con atención el siguiente audio.
Te invitamos a preguntarte:
- ¿Cuándo eras una niña o niño, cómo reaccionaban las personas que te cuidaban si te equivocabas?
- ¿Has estado en alguna situación similar a la del papá de Amanda, en la que te equivocaste al relacionarte con una niña o niño? ¿Cómo reaccionaste ante ese error?
- ¿Considerás que una equivocación de una persona adulta, podría resultar en una oportunidad de aprendizaje para las niñas y los niños que tiene a su cargo?
- ¿En tu familia actúan con compasión ante los errores de otras personas?
Luego de contestar estas preguntas, anota una lista de momentos y estrategias para incorporar la compasión en tu relación con las niñas y los niños que acompañas.
Estación 2
Con o sin compasión
La crianza sin compasión está llena de dedos regañones. ¿Qué son los dedos regañones? Son todas estas acciones que se apoyan en la idea de que para que las niñas y los niños aprendan, es necesario que sufran. Por eso si se comportan de una manera que no nos gusta o si se equivocan, detrás vienen los fuertes regaños, que muchas veces no se enfocan en enseñar una forma diferente de actuar, sino simplemente en señalar la falta.
También, como mencionamos anteriormente, la crianza sin compasión puede tener tintes de lástima, victimización, justificación, dejar pasar y condescendencia. Todas estas son actitudes contrarias a la compasión, que pueden alejar a las niñas y los niños de su propio mundo interno y deteriorar el vínculo que estamos construyendo. Consideremos los siguientes ejemplos:
Sin compasión
Dedo regañón
“Te lo dije, pero vos nunca hacés caso.”
(concentrarse en señalar la falta, en lugar de construir/enseñar)
Lástima
“¡Ay no, probrecita, no puede ser que te haya pasado todo eso!”
(lástima desde una relación de superioridad)
Victimización
“¡Ay no, déjela, es que ella está aprendiendo!”
(victimización, sin ningún objetivo de cambiar/aprender)
Justificación
“Es que los “chiquitos” son así, más bruscos. Pero él no lo hizo con culpa.”
(justificaciones llenas de estereotipos)
Dejar pasar
“¡Decile perdón!… Ves ya te pidió disculpas, dejá de llorar.”
(dejar pasar sin ninguna intención de construir/enseñar)
Condescendencia
“Dejá de llorar mi amor, ya llamo a la maestra y te soluciono esto.”
(condescendencia y buscar solucionar en lugar de acompañar en el dolor)
El dolor emocional y la desconexión que las niñas y los niños pueden experimentar al escuchar frases como las anteriores, limita su desarrollo socioemocional, minando su habilidad para gestionar las emociones, para sobrellevar situaciones retadoras y para empatizar con el sufrimiento de otras personas. Sabemos que muchas veces estas frases se dicen desde la mejor de las intenciones, sin embargo, a la larga no benefician a las niñas y los niños.
Por el contrario, la compasión busca ser una luz amable con la que alumbramos las situaciones que nos gustan y también las que no nos gustan, pero no para enfatizar que hubo un error, sino para aprender en conjunto cómo cambiar. La compasión es entonces motor para el aprendizaje desde un lugar de amor, amabilidad y sin juicios.
Con compasión
“¡Se te olvidó otra vez el abrigo! Yo hoy no puedo ir a dejártelo, pero ahora que llegués a la casa buscamos una estrategia para que te recuerdes.”
(se señala la falta sin recriminaciones y se buscan alternativas para que desarrolle las habilidades necesarias)
“Me duele que te estés sintiendo tan triste. ¿Querés hablar más del tema?”
(empatía y acompañamiento sin correr a resolver)
“Veo que estás muy enojada. No debés pegarle a tu hermana, porque a ella le duele. ¿La próxima vez, cómo podrías reaccionar? Vas a ir aprendiendo.”
(validación de las emociones de ambas partes y buscar desarrollar las habilidades necesarias)
“Mirá la cara de Fabio. Creo que a él le dolió eso. ¿Qué podés hacer para ayudarle?”
(invitación a conectar empáticamente y realizar acciones empáticas)
“¿Te sentiste triste porque no te dejaban jugar?”
(validar sentimientos)
“¿Estás enojada con tu papá? ¿Querés contarme qué pasó?”
(validar sentimientos y acompañar sin correr a resolver)
Las niñas y los niños, al igual que las personas adultas, muchas veces solo necesitan que les escuchemos y acompañemos. Muchas veces esta actitud compasiva trae más conexión y bienestar que correr a resolver un problema. Con esto no queremos que se entienda que no debemos apoyar a las niñas y los niños para resolver las situaciones retadoras que enfrentan, lo que sí queremos que quede claro es que, antes de apoyarles a buscar soluciones, es importante detenernos unos segundos a simplemente sentir junto a ellas y ellos, asegurándoles que vamos a estar ahí, no solo para buscar una solución, sino también para acompañarles en sus tristezas, frustraciones y miedos.
La felicidad nace de amarnos a nosotras mismas/os y a nuestras vidas exactamente como son, reconociendo que la alegría y el dolor, la fuerza y la debilidad, la gloria y los fracasos son todos esenciales a la experiencia humana.”
Kristin Neff
Lisa Dion, una asesora en crianza, nos dice: “La calma no es el objetivo. La autoconexión durante cualquier y todas las experiencias es el objetivo. Que las niñas y los niños aprendan cómo estar con si mismas/os cuando experimentan ansiedad, miedo, felicidad, enojo, tristeza. Ese es el objetivo.”
Luego de leer esta frase:
- ¿Te resulta fácil o difícil conectar con tus propios sentimientos displacenteros?
- ¿Recuerdas alguna ocasión en que tu objetivo, al acompañar a una niña o niño que experimentaba alguno de estos sentimientos, fue sólo calmarle?
- ¿La próxima vez que acompañes a una niña o un niño que está experimentando un sentimiento displacentero, cómo elegirás actuar?
Claro que cuando alguien está viviendo una experiencia retadora, queremos ayudarle a encontrar la calma, lo que la compasión nos recuerda es tener cuidado de no optar por desconectarnos del mundo interno con tal de lograr esa calma.
Estación 3
Activando el superpoder de la compasión
La compasión es una de esas actitudes que se puede activar cuando una/o misma/o u otra persona está experimentando un sentimiento displacentero. Su poder es el recordarnos que los momentos retadores son parte de la vida y que no debemos de atravesarlos en soledad.
Cuando las niñas y los niños viven en entornos cargados de compasión:
- Propiciamos la construcción de vínculos afectivos seguros, pues saben que pueden contar con nosotras/os especialmente en esos momentos difíciles.
- Les proveemos un lugar seguro para que no huyan de las sensaciones o sentimientos displacenteros, sino que aprendan herramientas para sobrellevar estos momentos, con la certeza de que no van a durar para siempre.
- Favorecemos que desde la Primera Infancia aprendan a tener compasión consigo mismas/os y con las personas que están a su alrededor.
- Fomentamos que los errores se visualicen no como obstáculos, sino como oportunidades de aprendizaje.
- Además, la investigación ha relacionado la compasión con reducción de la ansiedad, capacidad para hacer cambios, felicidad, optimismo, así como la curiosidad y exploración.
- ¿Cómo serían las sociedades si practicamos más la compasión?
Para aprender más sobre los beneficios y formas cotidianas de poner en práctica la compasión, te invitamos a revisar la siguiente infografía:
En este apartado te compartimos un ejercicio que podés realizar con las niñas y los niños de tu familia, para fomentar la autocompasión a través del contacto físico compasivo. El contacto físico es una de las estrategias que utilizamos naturalmente para conectar y demostrarnos afecto, como cuando una niña o niño pequeño busca un abrazo de su mamá. El cuerpo está diseñado para sentir calma, seguridad y cuidado a través del contacto físico de personas que son de confianza o de una misma/o.
Por eso la propuesta es enseñar a las niñas y los niños el poder de la compasión que está en sus propias manos, siguiendo estas consignas:
“La compasión no es una relación entre la persona sanadora y la herida. Es una relación entre iguales. Sólo cuando conocemos nuestra propia oscuridad, podemos estar presentes con la oscuridad de otros. La compasión se vuelve real cuando reconocemos nuestra humanidad compartida.”
-Pema Chödrön
Llegamos al final de este sendero, por lo que te invitamos a elaborar un resumen de tus aprendizajes siguiendo las preguntas generadoras que se presentan a continuación:
- ¿Cómo podrías explicarle a una mamá o papá de tu entorno qué es la Crianza con Presencia Plena?
- ¿Qué estrategias podés implementar para promover que las niñas y los niños de tu familia conecten con su mundo interno con curiosidad?
- ¿Cuáles prácticas cotidianas podés empezar a implementar para demostrar a las niñas y los niños de tu familia apertura y aceptación?
- ¿Qué actividades podrías hacer junto con otras personas de tu familia para fomentar la compasión?
- ¿De qué formas podés empezar a practicar la Presencia Plena contigo misma/o?
Integrando conocimiento
A continuación te presentamos una serie de preguntas que te ayudarán a repasar los principales conceptos trabajados en este curso. Con este ejercicio buscamos que puedas reafirmar tu progreso en el curso y así ir llenando la mochila de viaje, con más y más aprendizajes .
Tomá en cuenta que para cada pregunta hay solo una opción correcta.
Llegaste a la meta
Te agradecemos y felicitamos por haber completado este módulo. Esperamos que los aprendizajes sean valiosos y que aporten a tu retos familiares.
Te contamos con gran entusiasmo, que hemos seleccionado materiales complementarios con el objetivo de que recorras este Sendero de las familias con más claridad y confianza. Además, recordá que hay otros senderos que podés visitar, todos con información muy valiosa sobre el tema de crianza.
¡A sumar más y más personas que aplican la crianza respetuosa centrada en las niñas y los niños!